
En los últimos días, vimos, sorprendidos cada uno a su manera, una grabación que circulaba por las redes que exhibía a un mozalbete dibujando un inmenso órgano sexual masculino en una de las paredes del complejo arqueológico Chan Chan
Por: Gerardo Cailloma
Fuente: Diario Correo de Trujillo
Fotos: Ozono Televisión
La grabación nos muestra a este joven desubicado haciendo las pintas con toda la tranquilidad del mundo, finiquitando detalles de su “magna” obra. No sé si es el que hizo la grabación le haya llamado la atención, aunque me trae a recuerdo esa filmación hecha hace 15 años a cuatro escolares del colegio Mariscal Luzuriaga de Los Olivos que comenzaron a malograr un muro de la Huaca del Dragón.
No recuerdo si estos jóvenes, el docente o el colegio haya recibido sanción alguna, salvo el rechazo. Tampoco sé si al joven de las pintas haya recibido sanción alguna. Lo que sí, la gestión del centro arqueológico comenzó a reparar las pintas, pues aparecieron otras más en dicho complejo. Quizás el joven le pareció simpático mostrar su “arte” en este sitio con el fin de provocar a las personas, ofendidas en su mayoría por la imagen dibujada y otros, muchos menos, por el daño hecho a un monumento que es un patrimonio cultural mundial.
La imagen es lesiva para muchos, pero eso los molestó más que el haber dañado un monumento que debería identificar a la sociedad en su conjunto. Esto invita a reflexionar cómo respetamos nuestro espacio histórico, cultural y natural. En momentos en que con un grupo de jóvenes hablábamos sobre proyectos de conservar espacios como patrimonio de nuestra ciudad, región y nación; vemos que en muchos ciudadanos no ha calado en lo más mínimo esta idea.
Lo de Chan Chan es una pizca de todo el problema del cual adolece nuestra ciudad y región. En las últimas semanas, estuve visitando cementerios de nuestra región que encierran verdaderos tesoros y que se van perdiendo con el tiempo, el olvido, los cambios de gestión y climáticos. No hay ningún sentido de pertenencia del espacio en el que uno habita y comparte con los demás. Ejemplos tenemos muchos: nuestro centro histórico desplomándose, nuestro litoral en proceso de desaparición, el grave problema de los totorales de Huanchaco, el cuidado de nuestros ríos contaminados por la minería, la expansión agrícola intensiva en espacios arqueológicos a los cuales se agrede con maquinaria pesada, el uso irregular de los desechos, el manejo del ruido, un largo etcétera en el que la intencionalidad, la indolencia y la indiferencia ganan un amplio terreno en el imaginario social por lo que no nos conmueve y anima en lo más mínimo en proteger lo que en realidad nos pertenece como ciudadanos.
Es el corolario de una animadversión total que nace desde las autoridades y que recae en cada uno de nosotros: desde ensuciar la calle o malograr un servicio hasta robar descaradamente a la ciudadanía. Sí, pues. Por eso, es mejor irse a otros lugares a descansar a quedarse en nuestra ciudad. Parece ser que como ciudad ya no tenemos remedio. ¿O sí?
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